Hacia una Civilización Solar – Aivanhov Omraam Mikhael


Cuando amanece, el sol esparce su luz, su calor y su vida, y esta luz, este calor y esta vida empujan a los hombres a levantarse para ir al trabajo. Unos van al despacho, a la fábrica o al campo, otros abren sus tiendas. Los niños van a la escuela. Las calles se llenan de ruido, de gente y de coches que circulan... Por la noche, al crepúsculo, se cierran las tiendas, los despachos y volvemos a casa, y después... ¡a la cama! El sol marca el ritmo de la vida de los seres y también es el iniciador de la cultura y de la civilización.
Algunas veces nos preguntamos quién fue el primero que enseñó a los hombres la escritura, la agricultura, el uso del fuego o de algunos instrumentos, y citamos a talo cual, pero en realidad, en el origen de todos estos descubrimientos, está el sol. Diréis que no es posible, que el sol no es inteligente, que no tiene cerebro para pensar ni boca para hablar. Así pues, según vosotros, sólo los hombres ignorantes son inteligentes y aquél gracias al cual toda vida es posible en la tierra ¡no es inteligente!... Sin embargo, el sol es el primero que trajo la ciencia al hombre.
¿Cómo? Es muy fácil de comprender. Podemos ver los objetos, las formas, los relieves, los colores, las distancias, porque el sol nos da la luz. Gracias a esta luz podemos orientar nos, observar, comparar, calcular.
Sin la luz ninguna ciencia es posible.
¿Qué podemos conocer en la obscuridad? Nada.

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